Cuando empezamos a escribir en este blog, curiosamente, terminaba el mundial de Brasil 2014 y empezaba otro sueño mundialista para la selección peruana. Un sueño, que, en aquel momento lo veíamos con rostro de tragedia y un leve gesto de esperanza. Eran tiempos en los que se pensaba en la Copa América del 2014. La primera prueba de Ricardo Gareca, nuevo DT de la blanquirroja. Lo que aconteció en aquella copa es tema ya conocido.
Lo que pasó el martes en Quito es algo que nosotros aún no podemos entender. O aquellos que estamos acostumbrados a un clima de derrota y desilusión vemos como un buen sueño. Un sueño del cual no queremos ni pretendemos despertar. Es algo así como si en la escuela nos estén enseñando suma y resta por diez años seguidos y de un momento a otro, llegue algún profesor, loco, raro y vanguardista y nos intente meter a la cabeza física cuántica. Jamás lo vamos a comprender. Porque todo éxito tiene un proceso. Un tiempo de trabajo. Las cosas no suceden de un día para otro y, en este caso, de un clasificatoria a otra.
Perú venía de hacer un partido pésimo ante Bolivia en Lima. Encuentro que quedó dos a uno y por algún motivo medio divino y de fortuna no fue empate. Nos salvamos en la última jugada. Partido donde el arquero nacional, Carlos Cáceda, tuvo un error de cálculo, falta de coordinación con la defensa y generó el descuento boliviano. La duda general se instauró, pues, se sabía que el partido con Ecuador era vital para seguir peleando por un cupo a Rusia 2018. Ecuador venía de perder con Brasil de visita y a pesar de que empezó bien, en las primeras fechas ganando de visita y de local, no pudo mantener el equilibrio. Casi con la misma cantidad de puntos ambas selecciones se enfrentaban.
Perú desde el comienzo fue muy incisivo. Buscando el juego creativo de Cueva y evitando las arremetidas de los punteros ecuatorianos. Los primeros ataques fueron peruanos y aunque Paolo Guerrero no estuvo en estado de gracia, como en otros partidos, el equilibrio del equipo en el primer tiempo pudo generar opciones de gol y evitar ataques ecuatorianos. En el segundo tiempo el partido tomó un rumbo distinto. Las ocasiones que en la primera etapa fueron esquivas, ahora se nos acercan para invitarnos a soñar. Edison Flores, de un partido regular, tomó el balón después de un mal despeje de la defensa ecuatoriana y aprovechando la pacífica marca, sacó un tiro de media distancia que el arquero Banguera no pudo contener. Al igual que con Bolivia, el segundo gol llegó a pocos minutos del primero. Y de nuevo, mediante un error en salida ecuatoriano. Paolo tomó posesión del balón y empezó a trotar esperando que Trauco por izquierda, lleve a la marca que le podía impedir el pase a Cueva que estaba solo por derecha. Así fue. Paolo pasó la bola a Cueva y a pesar del mal control aún pudo mantener el balón al píe y dar pase a Paolo Hurtado que acarició el balón para ponerlo al costado del palo y sellar el cero a dos. A los minutos posteriores Ecuador anotó el descuento de penal, previamente habían expulsado a Christian Ramos. Y había que jugar los últimos diez minutos sufriendo, aguantando, con uno menos, en altura y con un Ecuador jugando todo. Pudimos mantener el resultado y la euforia al final del partido demostró el hito, la hazaña. Perú nunca pudo ganar -hasta ese partido- en Ecuador por clasificatorias. Perú depende ahora de Perú para llegar a Rusia.
A Ricardo Gareca le debo reconocer el ser consecuente con sus decisiones. La de morir con una idea y respetarla como tal. Lo demostró al tener una columna vertebral. Gareca hace tres años apostó por Cueva y dejó afuera a Benavente y fue duramente criticado. Hoy el resultado lo conocemos todos. Tienes algunos errores en el planteamiento que debería pulir y estar más atento. Manejar mejor el resultado. Ahora toca Argentina en Buenos Aíres. Partido que significará la clasificación directa o la lejanía del sueño mundialista. Como dice una vieja canción de Silvio Rodríguez: Te convido a creerme cuando digo futuro. Y el futuro es hoy.
Entiendo también que los problemas sociales no los va a resolver un partido de fútbol o un gol que nos lleve al mundial. Tampoco va a reducir la taza de feminicidio o el trabajo infantil. Para ser más claros, un partido no va a cambiar nada en nuestra sociedad, pero convertirá en alegría y felicidad los rostros de aquellos que soñamos con ver a la selección en un mundial. Ese gran porcentaje acostumbrado celebrar goles de otras selecciones y triunfos que no son nuestros. El fútbol es un alucinógeno o un sedante. Es una locura que no vale la pena curar.